Presidente cubano Raúl Castro |
(Versiones Taquigráficas- Consejo de Estado)
Compañeras
y compañeros:
Me corresponde realizar las conclusiones de
este, el Primer Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la
Asamblea Nacional, marco en el cual, cumpliendo lo acordado, nuestros diputados
recibieron una amplia explicación acerca del desempeño de la Economía en el
primer semestre, así como de la marcha de la implementación de los Lineamientos
de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, asuntos que
previamente fueron analizados en la reunión del Consejo de Ministros, efectuada
el 28 de junio y en el Séptimo Pleno del Comité Central el pasado lunes.
Considerando la información brindada a nuestro pueblo
por los medios de prensa, no es necesario abundar sobre estos asuntos y solo
señalaré aquellos aspectos de mayor importancia.
La economía nacional ha continuado mostrando un
comportamiento positivo en medio de las tensiones externas, los daños
ocasionados por el huracán Sandy y nuestras propias insuficiencias.
Como ya fue divulgado, el Producto Interno Bruto
(P.I.B) creció un 2,3 por ciento, que sin llegar a lo planificado, supera en
dos décimas el alcanzado en el primer semestre del año pasado. Cierto es que
todavía el comportamiento del P.I.B no se nota en la economía de la familia
cubana promedio.
Se reafirma la tendencia creciente de las actividades
productivas, al tiempo que se preservan en niveles similares los servicios
sociales a toda la población.
También los diputados recibieron una detallada
panorámica de la marcha de la implementación de los Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados por el Sexto Congreso,
proceso que constituye la principal tarea de todos, por cuanto de su éxito
dependerá la preservación y el desarrollo del socialismo en Cuba, un socialismo
próspero y sostenible, que a la vez que ratifica la propiedad social —como ya
explicó el compañero Murillo— sobre los medios fundamentales de producción,
reconoce el papel de otras formas de gestión no estatales; reafirma a la
planificación como instrumento indispensable en la dirección de la economía,
sin negar la existencia del mercado.
Deseo reiterar la convicción de que en este frente de
significación estratégica ha continuado el avance y ya comienzan a observarse
los primeros resultados alentadores, aunque también es verdad que falta un
largo y complejo camino para actualizar nuestro modelo económico y social, asegurando
el apoyo mayoritario de la población a este proceso, lo cual excluye la
utilización de terapias de choque y el desamparo de millones de personas que
caracterizan a las políticas de ajuste aplicadas en los últimos años en varias
naciones de la rica Europa.
El fenómeno de la dualidad monetaria constituye uno de
los obstáculos más importantes para el progreso de la nación, y tal como señala
el Lineamiento número 55, deberá avanzarse hacia la unificación, teniendo en
cuenta la productividad del trabajo. El propio Lineamiento reconoce la
complejidad de este propósito, que exigirá una rigurosa preparación y
ejecución, tanto en el plano objetivo como subjetivo.
Sobre el particular puedo comunicarles que han
proseguido los estudios para la supresión de la dualidad monetaria de forma
ordenada e integral, lo cual nos permitirá acometer transformaciones de mayor
alcance y profundidad en materia de salarios y pensiones, precios y tarifas,
subsidios y tributos. En pocas palabras, lograr que todos los ciudadanos aptos
se sientan incentivados a trabajar legalmente a partir de restablecer la
vigencia de la ley de distribución socialista, “de cada cual según su
capacidad, a cada cual según su trabajo”, lo que propiciará terminar con la
injusta “pirámide invertida”, o lo que es lo mismo, a mayor responsabilidad,
menor retribución.
Al propio tiempo, debemos otorgar la máxima prioridad
al perfeccionamiento del sistema de producción agropecuaria, asegurando que los
experimentos aprobados para liberar las trabas que frenan su desarrollo
alcancen los objetivos propuestos.
Asimismo, con la introducción en los planes para el
próximo año de las directivas aprobadas, las empresas estatales lograrán mayor
autonomía en su gestión y en la distribución de los resultados —como fue más
ampliamente explicado en la mañana de hoy.
Del mismo modo, apoyaremos decididamente la creación
de cooperativas no agropecuarias, las cuales, de conjunto con el continuado
despliegue del trabajo por cuenta propia, facilitarán liberar al Estado de
actividades productivas y de servicios no fundamentales y concentrarse en el
programa de desarrollo a largo plazo.
La implementación de los Lineamientos
lleva implícita la necesidad de evaluar sistemáticamente los efectos de los
cambios que se han venido introduciendo y corregir con prontitud cualquier
desviación. También demanda el establecimiento de un clima permanente de ORDEN, DISCIPLINA Y EXIGENCIA en la sociedad cubana, premisa
imprescindible para consolidar el avance de la actualización del modelo
económico y no admitir retrocesos contraproducentes.
Precisamente, a este asunto dedicaré la
mayor parte de mi intervención, tal y como les expresé a ustedes el 24 de
febrero en la Sesión de Constitución de la actual Legislatura del Parlamento,
ocasión en la que contamos con la presencia del compañero Fidel, quien sobre el
particular expresó, cito: “la gran batalla que se impone es
la necesidad de una lucha enérgica y sin tregua contra los malos hábitos y los
errores que en las más diversas esferas cometen diariamente muchos ciudadanos,
incluso militantes”, fin
de la cita.
Este tema no resulta agradable para nadie, pero me
atengo al convencimiento de que el primer paso para superar un problema
de manera efectiva es reconocer su existencia en toda la dimensión y hurgar en
las causas y condiciones que han propiciado este fenómeno a lo largo de muchos
años.
Imagino las noticias en los próximos días de la gran
prensa internacional, especializada en denigrar a Cuba y someterla a un
frenético escrutinio; ya nos hemos acostumbrado a vivir bajo el asedio y no
debemos restringirnos a debatir con toda crudeza la realidad, si lo que nos
motiva es el más firme propósito de rebasar el ambiente de indisciplina que se
ha arraigado en nuestra sociedad y ocasiona daños morales y materiales
nada despreciables.
Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20
años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y
cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez
y la sensibilidad ante los problemas de los demás.
Recordemos las palabras de Fidel en el Aula Magna de
la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005, cuando dijo que a esta
Revolución no podría destruirla el enemigo, pero sí nosotros mismos y sería
culpa nuestra, advirtió.
Así, una parte de la sociedad ha pasado
a ver normal el robo al Estado. Se propagaron con relativa impunidad las
construcciones ilegales, además
en lugares indebidos, la ocupación no autorizada de viviendas, la
comercialización ilícita de bienes y servicios, el incumplimiento de los
horarios en los centros laborales, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, la
captura de especies marinas en peligro de extinción, el uso de artes masivas de
pesca, la tala de recursos forestales, incluyendo en el magnífico Jardín
Botánico de La Habana; el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa
a precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley, las
violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas, el asedio al
turismo y la infracción de lo establecido en materia de seguridad informática.`
Conductas, antes propias de la marginalidad, como
gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras
obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no
pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad.
Se ha afectado la percepción respecto al
deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos
en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear
paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares
públicos inapropiados y
conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los
vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las
personas; prolifera impunemente la cría de cerdos en medio de las ciudades con
el consiguiente riesgo a la salud del pueblo, se convive con el maltrato y la
destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se
vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico,
alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y
las defensas metálicas de las carreteras.
Igualmente, se evade el pago del pasaje en el
transporte estatal o se lo apropian algunos trabajadores del sector; grupos de
muchachos lanzan piedras a trenes y vehículos automotores, una y otra vez en
los mismos lugares; se ignoran las más elementales normas de caballerosidad y
respeto hacia los ancianos, mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e
impedidos físicos. Todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la
repulsa y el enfrentamiento ciudadanos.
Lo mismo pasa en los diferentes niveles de enseñanza,
donde los uniformes escolares se transforman al punto de no parecerlo, algunos
profesores imparten clases incorrectamente vestidos y existen casos de maestros
y familiares que participan en hechos de fraude académico.
Es sabido que el hogar y la escuela
conforman el sagrado binomio de la formación del individuo en función de la
sociedad y estos actos representan ya no solo un perjuicio social, sino graves grietas de carácter familiar y
escolar.
Esas conductas en nuestras aulas son doblemente
incompatibles, pues además de las indisciplinas en sí mismas, hay que tener presente
que desde la infancia la familia y la escuela deben inculcar a los niños el
respeto a las reglas de la sociedad.
Lo más sensible es el deterioro real y de imagen de la
rectitud y los buenos modales del cubano. No puede aceptarse identificar
vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni desfachatez con el progreso;
vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas que preserven el
respeto al derecho ajeno y la decencia. Por supuesto, nada de esto entra
en contradicción con la típica alegría de los cubanos, que debemos preservar y
desarrollar.
Me he limitado a hacer un recuento de los fenómenos
negativos más representativos, sin el ánimo de relacionarlos uno por uno, ya
que ello extendería innecesariamente estas palabras.
Con el concurso del Partido y los
organismos del Gobierno, se efectuó un primer levantamiento que arrojó 191
manifestaciones de este tipo —conscientes estamos de que no son las únicas y de
que hay muchas más—, separadas en cuatro categorías diferentes: la
indisciplina social, las ilegalidades, las contravenciones y los delitos
recogidos en el Código Penal.
El combate contra esas nocivas conductas y hechos debe
efectuarse utilizando diversos métodos y vías. La pérdida de valores
éticos y el irrespeto a las buenas costumbres puede revertirse mediante la
acción concertada de todos los factores sociales, empezando por la familia y la
escuela desde las edades tempranas y la promoción de la Cultura, vista en su
concepto más abarcador y perdurable, que conduzca a todos a la rectificación
consciente de su comportamiento. Este será, no obstante, un proceso
complejo que tomará bastante tiempo.
El delito, las ilegalidades y las
contravenciones se enfrentan de manera más sencilla: haciendo
cumplir lo establecido en la ley y para ello cualquier Estado, con
independencia de la ideología, cuenta con los instrumentos requeridos, ya sea
mediante la persuasión o, en última instancia, si resultase necesario,
aplicando medidas coercitivas.
Lo real es que se ha abusado de la nobleza de la
Revolución, de no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que
fuera, privilegiando el convencimiento y el trabajo político, lo cual debemos
reconocer que no siempre ha resultado suficiente.
Los órganos estatales y del gobierno, cada uno en lo
que les corresponde, entre ellos la Policía, la Contraloría General de la
República, la Fiscalía y los Tribunales deben contribuir a este empeño, siendo
los primeros en dar ejemplo de apego irrestricto a la Ley; reforzando así su
autoridad ante la sociedad y asegurando el apoyo de la población, como ha
quedado demostrado en el enfrentamiento reciente a bochornosos casos de
corrupción administrativa, en los que se involucraron funcionarios de
organismos y empresas.
Es hora ya de que los colectivos obreros y campesinos,
los estudiantes, jóvenes, maestros y profesores, nuestros intelectuales y
artistas, periodistas, las entidades religiosas, las autoridades, los
dirigentes y funcionarios a cada nivel, en resumen, todas las cubanas y cubanos
dignos, que constituyen indudablemente la mayoría, hagan suyo el deber de
cumplir y hacer cumplir lo que está establecido, tanto en las normas cívicas
como en leyes, disposiciones y reglamentos.
Cuando medito sobre estas lamentables manifestaciones,
pienso que a pesar de las innegables conquistas educacionales alcanzadas por la
Revolución y reconocidas en el mundo entero por los organismos especializados
de las Naciones Unidas, hemos retrocedido en cultura y civismo
ciudadanos. Tengo la amarga sensación de que somos una sociedad cada vez
más instruida, pero no necesariamente más culta.
En tal sentido, vale la pena recordar aquella frase
que se ha atribuido a distintos autores, entre ellos al filósofo y escritor
español Miguel de Unamuno, quien para resumir sus vivencias acerca de las
normas de convivencia de unos campesinos de Castilla expresó: “¡Qué cultos son
estos analfabetos!”
Nada es más ajeno a un revolucionario que la
resignación, o lo que es lo mismo, la rendición ante las dificultades.
Por tanto, lo que nos corresponde es levantar el ánimo y el espíritu de combate
y enfocarnos en la gigantesca y paciente tarea de revertir la situación creada.
En mi criterio, el denominador común de todo este
fenómeno ha sido y es la falta de exigencia de los encargados de hacer cumplir
lo establecido, la ausencia de sistematicidad en el trabajo a los diferentes
niveles de dirección y el irrespeto, en primer lugar, por las entidades
estatales de la institucionalidad vigente, lo cual, por otra parte, menoscaba
su capacidad y autoridad para exigir a la población que se atenga a las
regulaciones existentes.
Por solo citar un ejemplo: ¿cuántas
violaciones de las normativas de Planificación Física han sido detectadas en el
sector estatal a lo largo y ancho del país, algunas de ellas denunciadas en la
prensa? Hay que reforzar, como ya lo estamos haciendo, el orden y la
disciplina en todos los organismos del gobierno.
Al propio tiempo, los dirigentes desde las instancias
nacionales hasta la base, deben abandonar la pasividad y la inercia en su
conducta; deben dejar de mirar al otro lado, cuando el problema está aquí, para
no verlo. Basta ya de tener miedo a buscarse problemas en el cumplimiento
de nuestros deberes, y asumir como propia una mentalidad de orden, disciplina y
exigencia, sin temor a buscarse problemas por reclamar el cumplimiento de lo
establecido.
El enfrentamiento a la indisciplina social no puede
convertirse en una campaña más, sino en un movimiento permanente cuya evolución
dependerá de la capacidad de movilizar a la población y a los diferentes
actores de cada comunidad, sin excluir a nadie, con rigor e intencionalidad
política.
Hagamos balance de las fuerzas con que cuenta la
Revolución y comprenderemos que son más que suficientes para alcanzar el éxito.
Las primeras acciones realizadas por el Partido, la
Juventud y las organizaciones de masas para fortalecer la prevención y el
enfrentamiento han evidenciado, en apenas cuatro meses, que a medida en que las
instituciones políticas, sociales y administrativas han profundizado su actuación
en esta esfera, la población ha patentizado su respaldo y se suma denunciando y
combatiendo hechos y conductas violatorias de la legalidad.
Si queremos triunfar en esta tarea hay que incorporar
al pueblo, a cada ciudadano, no mediante arengas y consignas vacías en
encendidas reuniones, sino sembrando en cada uno la motivación por ser mejores
y llevando por delante el ejemplo personal.
Ese era el tema central de mis palabras, aprobadas por
el Buró Político en la mañana de ayer. Sobre este tema que acabo de
concluir se puede estar hablando varias horas, pero es suficiente lo que he
dicho, lo demás se debe publicar.
Como es natural esto se publicará en toda nuestra
prensa. Yo les sugiero a todos ustedes y a los que me escuchan, que se lo
lean con calma, y mediten individualmente, solo les pido que mediten
personalmente.
Pasando a otro tema, ayer nuestros diputados emitieron
un Llamamiento a todos los parlamentos del mundo y a las personalidades
comprometidas con la justicia para que reclamen a las autoridades de
Estados Unidos la liberación y el regreso inmediato de Gerardo, Ramón,
Antonio y Fernando, quienes el próximo 12 de septiembre cumplirán 15 años de
injusta prisión.
También aplaudimos las emotivas palabras del Héroe de
la República de Cuba, René González, quien ha venido a reforzar la lucha por
esta noble causa, que no se detendrá hasta que todos retornen a la Patria.
Finalmente debo expresar que las recientes revelaciones del
ciudadano norteamericano Edward Snowden permitieron confirmar la existencia de
sistemas de espionaje global de Estados Unidos, que violan la soberanía de
las naciones, incluso, de sus aliados, y los derechos humanos.
Cuba que ha sido históricamente uno de los países más
agredidos y también más espiados del planeta, ya conocía de la existencia de
estos sistemas de espionaje.
Lo nuevo e inusitado ha sido la manera
en que se ha impuesto el control mediático y la censura para desviar la
atención de lo fundamental, o sea, el enorme poder del gobierno norteamericano
en el control masivo de las tecnologías de la información y de los medios de
comunicación y centrarse, entonces, en
la persecución internacional del denunciante.
Aprovechándose de su poderío mediático internacional
─supranacional ya porque estos medios se van por encima de las naciones─ se
concentran ahora en la persecución internacional del joven denunciante de estas
actividades.
Las amenazas de aplicar medidas económicas contra
Ecuador y la acción concertada de varios países europeos para impedir el
sobrevuelo o aterrizaje del Presidente Evo Morales, demuestran que vivimos en
un mundo en el que los poderosos se sienten en condiciones de violentar el
Derecho Internacional, vulnerar la soberanía de los Estados y pisotear los
derechos de los ciudadanos.
Ante esta filosofía de dominación, todos
los países del Sur estamos y continuaremos estando en peligro.
Apoyamos los legítimos reclamos y pronunciamientos de
los Presidentes de Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Brasil,
Uruguay y de otros líderes latinoamericanos y caribeños.
Llamamos a la movilización de la opinión pública
internacional, a la enérgica denuncia y firme condena de las amenazas contra
Ecuador y del atropello contra el Presidente de Bolivia, contra toda Nuestra
América.
Respaldamos el derecho soberano de la República
Bolivariana de Venezuela y de todos los Estados de la región de conceder asilo
a los perseguidos por sus ideales o luchas por los derechos democráticos, según
nuestra tradición.
No aceptamos dobles raseros, interferencias ni
presiones de ningún tipo. Como ha señalado el Presidente Nicolás Maduro,
no se puede dar refugio y negar la extradición a Venezuela de un terrorista
internacional como Posada Carriles, autor, entre otros crímenes, de la voladura
en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación con 73 seres humanos, y al
mismo tiempo pretender que esta hermana nación no ejerza su derecho legítimo.
Hoy estamos a 7 de julio, nos separan pocos días para
conmemorar el 60 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel
de Céspedes. Enfrentemos los nuevos retos con la misma decisión e inconmovible
fe en la victoria que siempre nos ha inculcado el Jefe de la Revolución Cubana,
Fidel Castro Ruz.
Muchas
gracias.
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