Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores
Medios internacionales de
prensa difundieron en los últimas semanas la intención del Secretario General
de la OEA, Luis Almagro Lemes, de viajar a La Habana a fin de recibir un
“premio” inventado por un grupúsculo ilegal anticubano, que opera en contubernio
con la ultraderechista Fundación para la Democracia Panamericana, creada en los
días de la VII Cumbre de las Américas de Panamá, para canalizar esfuerzos y
recursos contra gobiernos legítimos e independientes en “Nuestra América”.
El plan, tramado en varios
viajes entre Washington y otras capitales de la región, consistía en
montar en La Habana una abierta y grave provocación contra el gobierno cubano,
generar inestabilidad interna, dañar la imagen internacional del país y, a la
vez, afectar la buena marcha de las relaciones diplomáticas de Cuba con otros
Estados. Tal vez algunos calcularon mal y pensaron que Cuba sacrificaría las
esencias a las apariencias.
Al espectáculo serían
arrastrados el propio Almagro y algunos otros personajes derechistas que
integran la llamada Iniciativa Democrática para España y las Américas (IDEA),
la cual también ha actuado de forma agresiva en los últimos años contra la
República Bolivariana de Venezuela y otros países con gobiernos progresistas y
de izquierda en América Latina y el Caribe.
El intento contó con la
connivencia y apoyo de otras organizaciones con abultadas credenciales
anticubanas, como el Centro Democracia y Comunidad y el Centro de
Estudios y Gestión para el Desarrollo de América Latina (CADAL); y el Instituto
Interamericano para la Democracia, del terrorista y agente de la CIA Carlos
Alberto Montaner. Además, desde el año 2015, se conoce el vínculo que existe
entre estos grupos y la Fundación Nacional para la Democracia de Estados Unidos
(NED, por sus siglas en inglés), que recibe fondos del gobierno de ese país
para implementar sus programas subversivos contra Cuba.
Al conocer de estos planes y
haciendo valer las leyes que sustentan la soberanía de la nación, el gobierno
cubano decidió negar el ingreso al territorio nacional a ciudadanos extranjeros
vinculados con los hechos descritos.
En un intachable acto de
transparencia y de apego a los principios que rigen las relaciones diplomáticas
entre los Estados, las autoridades cubanas se pusieron en contacto con los
gobiernos de los países desde donde viajarían esas personas e informaron,
trataron de disuadir y de prevenir la consumación de esos actos.
Como establecen las
regulaciones de la aviación civil internacional, las líneas aéreas cancelaron
las reservaciones de los pasajeros al conocer que estos no serían bienvenidos.
Unos pocos fueron reembarcados. Hubo quien buscó manipular los hechos en
función de estrechos intereses políticos dentro de su propio país, de cara a
los procesos internos que en ellos tienen lugar.
No faltaron pronunciamientos
de defensores de falsos perseguidos, socios de pasadas dictaduras y políticos
desempleados dispuestos a aliarse con vulgares mercenarios, al servicio y en
nómina de intereses extranjeros, que no gozan de reconocimiento alguno dentro
de Cuba, viven de calumnias insostenibles, posan como víctimas y actúan en
contra de los intereses del pueblo cubano y del sistema político, económico y
social que éste eligió libremente y ha defendido de forma heroica.
En cuanto a Almagro y la OEA,
no nos sorprenden sus declaraciones y actos abiertamente anticubanos. En muy
corto tiempo al frente de esa organización, se ha destacado por generar, sin
mandato algunos de los estados miembros, una ambiciosa agenda de autopromoción
con ataques contra gobiernos progresistas como Venezuela, Bolivia y Ecuador.
En ese período se han
redoblado los ataques imperialistas y oligárquicos contra la integración
latinoamericana y caribeña y contra la institucionalidad democrática en varios
de nuestros países. En una ofensiva neoliberal millones de latinoamericanos han
retornado a la pobreza, cientos de miles han perdido sus empleos, se han visto
forzados a emigrar, o fueron asesinados o desaparecidos por mafias y
traficantes mientras se expanden en el hemisferio ideas aislacionistas y
proteccionistas, el deterioro ambiental, las deportaciones, la discriminación
religiosa y racial, la inseguridad y la represión brutal.
¿Dónde ha estado la OEA, que
siempre ha guardado cómplice silencio frente a estas realidades? ¿Por qué
calla? Hay que ser un trasnochado para intentar venderle a los cubanos “los
valores y principios del sistema interamericano” frente a la dura y
antidemocrática realidad engendrada por ese mismo sistema. Hay que tener escasa
memoria para no recordar que, en febrero de 1962, Cuba se alzó solitaria frente
a ese “cónclave inmoral”, como lo denominó Fidel en la Segunda Declaración de
La Habana. Cincuenta y cinco años después y con la compañía de pueblos y
gobiernos de todo el mundo, es menester reiterar, como aseguró el Presidente
Raúl Castro, que Cuba nunca regresará a la OEA.
José Martí alertó que
"ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar (…) hombres y
pueblos van por este mundo hincando el dedo en la carne ajena a ver si es
blanda o si resiste, y hay que poner la carne dura, de modo que eche afuera los
dedos atrevidos”.
En Cuba no olvidamos las
lecciones de la historia.
La Habana, 22 de febrero de 2017