Hace 44 años, los enemigos de la luz quisieron matar la esperanza personificada en un hombre; solo la multiplicaron y convirtieron a aquel hombre en bandera que hoy enarbola esta gran humanidad que ha dicho basta y ha echado a andar.
Un 8 de octubre del 1967, la CIA con sus largos tentáculos, ordenó el asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara en La Higuera, Bolivia. Hasta a este país había intentado llevar el Che la revolución, por ser en ese momento una de las naciones con mayor desigualdad e injusticia social en Sur América. Desde una perspectiva marxista, este era un caldo de cultivo ideal para el avance de un movimiento social que liberara a los oprimidos. El movimiento fracasó por una serie de factores materiales y geopolíticos pero señaló el camino que desde entonces seguirían los revolucionarios latinoamericanos. Hoy el Sur está más cerca de su total integración e independencia gracias en gran medida a la visión y ejemplo del Che.
En momentos en que el capitalismo se debate en su peor crisis y los EE.UU. recrudecen su hostilidad y su agresión a Latinoamérica para evitar su emancipación real y definitiva y frenar la ola arrolladora de la historia, nunca ha estado más vigente el pensamiento político del Che, su concepción de un socialismo humano y justo, la unidad de las naciones libres del Sur sin la injerencia del Norte. Su voz es hoy más potente, su mirada de futuro más penetrante y su imagen de guerrillero eterno es el talismán de los olvidados.
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