Discurso
pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el acto central por el
Aniversario 65 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes, en
la Ciudad Escolar 26 de Julio, Santiago de Cuba, el 26 de julio del 2018. «Año
60 de la Revolución».
(Versiones
Taquigráficas-Consejo de Estado)
Santiagueras
y santiagueros;
Compatriotas:
Como les
anticipé en diciembre del pasado año, hoy pronunciaré las palabras centrales
del acto nacional por el aniversario 65 del ataque a los cuarteles Moncada y
Carlos Manuel de Céspedes.
Ninguno de
los que tuvimos el privilegio de participar en estas acciones, bajo el mando de
Fidel, podíamos entonces soñar que estaríamos vivos un día como hoy, con un
país libre, independiente y soberano, una Revolución socialista en el poder y
un pueblo unido presto a defender la obra realizada, fruto del sacrificio y la
sangre de varias generaciones de cubanos.
No solo por
su historia celebramos este aniversario 65 en Santiago de Cuba, sino también
para reconocer el trabajo que desarrolla la provincia en beneficio del pueblo.
Bajo la
dirección del compañero Lázaro Expósito Canto, primer secretario del Comité
Provincial del Partido (Aplausos), en estrecho vínculo con el gobierno que
encabeza la vicepresidenta del Consejo de Estado Beatriz Johnson Urrutia
(Aplausos), se ha desplegado un trabajo integral en varios frentes de la
economía, que han permitido incrementar la oferta de bienes y servicios a la
población con calidad y precios asequibles.
Se avanza
sostenidamente en el programa de la vivienda con el empleo de diferentes
tecnologías e iniciativas en el uso de materiales locales de la construcción,
prosiguen a buen ritmo inversiones priorizadas de importancia nacional como la
terminal portuaria multipropósito y la base de almacenes de San Luis.
Se trabaja
además en la creación de condiciones para incrementar las exportaciones de
frutas, ron, langosta y productos de la acuicultura.
Se reordena
la actividad comercial a partir de proyectos de desarrollo local, que otorgan
una mayor autonomía a los municipios en la gestión y satisfacción de las
demandas de la población aprovechando los recursos propios, lo que se traduce
en superiores aportes al presupuesto y garantiza sostener lo alcanzado y seguir
invirtiendo en el desarrollo.
Es palpable
el entusiasmo de los santiagueros y de toda la provincia; sin embargo, resta
mucho por hacer en la esfera productiva y de los servicios, para generar con
eficiencia la riqueza y proseguir elevando la calidad de vida del pueblo y
hacer realidad el propósito de que Santiago de Cuba sea una ciudad cada día más
bella, higiénica, ordenada y disciplinada, digna de custodiar los restos
inmortales de muchos de los mejores hijos de la nación cubana, entre quienes
sobresalen el Héroe Nacional, el Padre y la Madre de la patria y el líder
histórico de la Revolución Cubana (Aplausos).
En los
próximos meses conmemoraremos importantes acontecimientos históricos, entre
ellos, el 150 aniversario del inicio de las luchas por la independencia de la
patria el 10 de Octubre de 1868, y el 60 aniversario del triunfo de la
Revolución, el Primero de Enero de 1959, ocasión en que los mambises sí
entraron victoriosos a Santiago para quedarse definitivamente al lado de su
pueblo.
Hace apenas
cuatro días la Asamblea Nacional aprobó el Proyecto de Constitución de la
República, el cual será objeto de una amplia consulta popular en los próximos
meses y, con las opiniones y propuestas emanadas de ese proceso democrático,
nuevamente será analizado en el Parlamento para elaborar el texto definitivo
que se someterá a referendo, mediante el voto directo y secreto de cada
ciudadano, para su aprobación y posterior proclamación.
La
Constitución de la República es la ley fundamental sobre la cual se asienta el
Estado y, por tanto, es el documento jurídico y político más importante de
cualquier país, ya que define los fundamentos de la nación, la estructura de
los poderes y su alcance, así como garantiza los derechos y deberes de los
ciudadanos.
La actual
Constitución, aprobada hace 42 años en un escenario nacional e internacional
muy diferente al actual, requiere ser reformada, con el propósito de incluir
las transformaciones socioeconómicas implementadas en correspondencia con los
acuerdos adoptados en el Sexto y Séptimo congresos del Partido Comunista de
Cuba.
Se iniciará
un trascendental ejercicio político y democrático cuyo éxito dependerá, en
primer lugar, de la participación activa y comprometida de los cubanos, bajo la
conducción del Partido Comunista y el concurso de la Unión de Jóvenes
Comunistas y las organizaciones de masas, en el cual debe lograrse que cada
ciudadano comprenda la necesidad y el alcance de los cambios que debemos
introducir en la Constitución, de modo que se garantice el carácter irrevocable
del socialismo y la continuidad de la Revolución.
No ignoramos
las complejidades que caracterizan el actual escenario en los planos interno y
externo.
En cuanto a
la economía, como expresara el presidente Miguel Díaz-Canel al intervenir en la
clausura del reciente período de sesiones de la Asamblea Nacional, se mantiene
una tensa situación en las finanzas externas, como consecuencia de las
afectaciones a los ingresos previstos por exportación de azúcar y en el
turismo, provocadas por una prolongada sequía, el devastador huracán Irma y
eventos de intensas lluvias fuera de época, primero, y luego la tormenta
subtropical Alberto.
A ello se
sumó el reforzamiento del bloqueo norteamericano y sus efectos
extraterritoriales que impactaron el comercio y las transacciones financieras.
A pesar de
estos factores adversos, como ya se informó, se obtuvo un discreto crecimiento
de la economía en el primer semestre, lo cual constituye un resultado alentador;
sin embargo, se hace necesario asegurar las exportaciones y reducir todo gasto
no imprescindible para destinar los fondos disponibles a las producciones y
servicios que generen ingresos en divisas.
Tener
siempre presente que la más rápida y fácil fuente de recursos es el ahorro y
por tanto debemos lograr que deje de ser una mera consigna para convertirse en
una norma de conducta de los cuadros y trabajadores en todos los niveles.
Pasando a la
situación que se viene conformando en nuestro continente, debo señalar que a
inicios de este siglo, como parte de la resistencia y la lucha de los pueblos
contra los nefastos efectos de los modelos neoliberales, llegaron al poder
diversas fuerzas progresistas y de izquierda que impulsaron la unidad y la
integración latinoamericana y caribeña. En ese contexto se derrotó el proyecto
imperialista Área de Libre Comercio de las Américas, conocido como ALCA, y
surgió la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA).
En 15 años
salieron de la pobreza 60 millones de personas y más de 3 millones del
analfabetismo, que se erradicó en Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Se graduaron
más de 20 000 médicos latinoamericanos y caribeños en la Escuela
Latinoamericana de Medicina. Se devolvió la visión a dos millones 992 838
pacientes extranjeros mediante la operación Milagro, además de más de un millón
cubanos. Con la generosa contribución venezolana nació Petrocaribe.
Los nuevos
gobiernos progresistas rompieron décadas de soberanía limitada y de
subordinación al poder imperial y crearon las condiciones propicias para
avanzar en la integración regional, al constituirse organizaciones sin la égida
de los Estados Unidos, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (Celac) y la Unión de Naciones del Sur (Unasur), a donde acudieron
gobiernos de tendencias políticas diferentes bajo el principio de la «unidad en
la diversidad», y se reactivó el Mercosur.
La exitosa
trayectoria de la Comunidad del Caribe (Caricom), la participación de todos sus
Estados miembros en la Celac y en la Asociación de Estados del Caribe (AEC),
así como la membresía de algunos en el ALBA contribuyeron al avance de esta
unidad regional.
Los jefes de
Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe firmaron en La Habana, en
enero de 2014, la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, que
los comprometió a respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a
elegir su sistema político, económico, social y cultural, a no intervenir en
los asuntos internos de cualquier Estado y observar los principios de soberanía
nacional, igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, así
como la solución pacífica de diferencias, al tiempo que proscribió la amenaza y
el uso de la fuerza.
Esta
coyuntura no resultaba del agrado de los círculos del poder en Washington que
pusieron en práctica los métodos de guerra no convencional para impedir la
continuidad u obstaculizar el regreso de gobiernos progresistas, orquestaron
golpes de Estado, primero uno militar para derrocar al presidente Zelaya en
Honduras, y luego parlamentario-judiciales contra Lugo en Paraguay y Dilma
Rousseff en Brasil. Desplegaron el control monopólico de los medios de prensa
en interés de promover procesos judiciales amañados y políticamente motivados,
así como campañas de tergiversación y desprestigio contra figuras y
organizaciones de izquierda.
La derecha
también consiguió recuperar en algunos países el poder político mediante
triunfos electorales, algunos de ellos fraudulentos y otros al amparo de la
manipulación política y tecnológica, falsificación de datos económicos y
campañas de intimidación con el apoyo de los medios de comunicación
hegemónicos.
Como era de
esperar, no vaciló en desmontar las políticas sociales de amplio beneficio
popular, utilizar el poder judicial con el pretexto del enfrentamiento a la
corrupción para la criminalización de las fuerzas de izquierda y el
encarcelamiento de líderes progresistas.
El gobierno
de los Estados Unidos declaró hace pocos meses y sin el menor recato, la total
vigencia de la Doctrina Monroe, que se resume en la frase «América para los
americanos» —naturalmente, los del Norte—, la cual reserva a las naciones
latinoamericanas y caribeñas un estatus de dependencia y sumisión a los
intereses imperiales. Así lo demuestran sus acciones agresivas e
intervencionistas, el despliegue de fuerzas militares y la búsqueda incesante
de nuevas bases en la región.
Uno de sus
propósitos es revertir los avances conquistados en la integración y el
ejercicio de la soberanía sobre los recursos naturales para imponer su agenda
racista, supremacista y en contra de los pueblos, mediante una ofensiva
neoliberal dirigida a destruir una década de desarrollo y ahondar las
diferencias en esta, la región de mayor desigualdad del planeta.
Por otra
parte, los Estados Unidos, con la complicidad de algunos gobiernos, han
intentado revigorizar la OEA, convirtiéndola en el escenario de la arremetida
contra Venezuela. Cuando por la actitud digna de un numeroso grupo de naciones
no alcanzaron sus propósitos, conformaron agrupaciones oficiosas de
países, para concertar medidas coercitivas unilaterales y otras acciones
intervencionistas, socavar la unidad regional, frenar la Celac y paralizar
Unasur.
Estos hechos
vuelven a demostrar que el camino es no descuidar jamás la unidad de los
revolucionarios y mantener siempre la lucha, teniendo presente que los
adversarios nunca cejan en el empeño de la restauración de los modelos de
exclusión y explotación, y que cuando los supuestos valores y reglas de la sacrosanta
democracia representativa no les sirven para llegar al poder, no vacilan en
acudir a los golpes de Estado, a la violencia o, incluso, a la guerra.
El recién
concluido XXIV Encuentro del Foro de Sao Paulo en La Habana, con la asistencia
de representantes de todos los continentes, constituyó un imprescindible
espacio de concertación política ante la necesidad de reconducir las luchas de
las fuerzas políticas de izquierda y los movimientos sociales. Su Declaración
Final
«Nuestra
América en pie de lucha» es un verdadero programa unitario de acción frente a
los peligros para la paz y las amenazas y oportunidades para las fuerzas
políticas de la izquierda y los movimientos populares y sociales en la región.
Aprovecho la
ocasión para reiterar nuestra solidaridad con la Revolución bolivariana y
chavista, encabezada por el presidente Nicolás Maduro Moros.
A Nicaragua,
al Frente Sandinista de Liberación Nacional y al presidente Daniel Ortega les
expresamos la invariable solidaridad de nuestro pueblo, Partido y Gobierno.
Reclamamos
la libertad del compañero Lula da Silva y su derecho a ser el candidato presidencial
del Partido de los Trabajadores (Aplausos), como exigen constantemente miles de
brasileños y numerosas organizaciones del mundo.
Si mañana se
celebraran elecciones en Brasil, no hay duda de que Lula ganaría las elecciones
en la primera vuelta (Aplausos). Por eso está preso.
Felicitamos
al entrañable pueblo mexicano y al presidente electo Andrés Manuel López
Obrador por este resultado histórico.
A
continuación me referiré a las relaciones con los Estados Unidos, país con el
cual se mantienen vínculos diplomáticos formales, que cuentan con canales
oficiales de comunicación, varios acuerdos bilaterales y una cooperación
mutuamente beneficiosa dentro de un grupo limitado de áreas.
A pocos días
de haberse anunciado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre
ambos países, el 17 de diciembre de 2014, señalamos desde nuestro Parlamento,
unos días después, que entre los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos
existían profundas diferencias en cuanto al ejercicio de la soberanía nacional
y las concepciones de democracia, el modelo político y las relaciones
internacionales. No obstante, reiteramos la disposición al diálogo respetuoso y
recíproco sobre las discrepancias y advertimos que no debía pretenderse que
Cuba renunciara a las ideas por las que había luchado por más de un siglo, en
aras de mejorar las relaciones con los Estados Unidos.
Desde agosto
del pasado año, con el pretexto de afecciones a la salud de sus diplomáticos,
en lo que algunos denominan ataques sónicos, o sea, ruidos que afectan a los
diplomáticos —ahora también acusan a China de lo mismo—, cuyo origen nadie ha
podido explicar ni probar, aunque periódicamente lo repiten, se han degradado
los vínculos bilaterales y fueron expulsados injustamente 17 funcionarios de
nuestra embajada en Washington y retirada la mayoría del personal de la sede
diplomática en La Habana, con la consiguiente paralización de buena parte de
los trámites de visas, en detrimento de los viajes a Estados Unidos de los
ciudadanos cubanos.
Igualmente
se ha recrudecido la aplicación extraterritorial del bloqueo norteamericano, en
particular la persecución de nuestras transacciones financieras.
La ocasión
es propicia para recordar el contenido de un Memorando de un subsecretario
asistente de Estado para Asuntos Interamericanos —lo que viene siendo aquí un
viceministro de relaciones exteriores para atender las cuestiones de la región
latinoamericana—, llamado Lester Mallory, de fecha 6 de abril de 1960, hace ya
más de 58 años, pero es un hecho que los cubanos nunca debemos olvidar, y por
eso quiero recordar y citar textualmente algunos párrafos o frases:
«La mayoría
de los cubanos apoyan a Castro (…) No existe una oposición política efectiva
(…) El único modo efectivo para hacerle perder el apoyo interno (al gobierno) es
provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la
penuria (…). Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles
para debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros con
el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar
hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno». Eran más las
recomendaciones que hacía a su gobierno central.
Yo nunca he
leído nada más cínico que estas palabras. Esto fue, recordándoles, el 6
de abril de 1960, o sea, un año y nueve días antes de los bombardeos del 15 de
abril de 1961, preludio de la invasión de Playa Girón.
Así surgió
en 1959, el mismo año del triunfo, el largo camino de las agresiones a nuestro
país, que hoy continúan renovadas.
Al propio
tiempo, los pronunciamientos públicos de los principales funcionarios del
gobierno de los Estados Unidos en estos momentos respecto a Cuba se
caracterizan por el irrespeto, la agresividad, el injerencismo y la burda
manipulación de la verdad histórica. Decenas de millones de dólares son
destinados cada año, aprobado en sus presupuestos, a promover la subversión en
el empeño de provocar cambios políticos contrarios al orden constitucional de
nuestro país.
El pasado
mes de junio un funcionario diplomático norteamericano, al intervenir en una
reunión de la Organización de Estados Americanos, la desprestigiada OEA,
expresó: «Los países de las Américas tienen que aceptar que Cuba es la madre de
todos los males en términos de debilitamiento de la democracia en el continente
y de los derechos humanos». Hace pocos días el citado personaje repitió el
mismo enfoque agresivo hacia nuestro país.
Estas
posturas nos recuerdan también la fracasada «Comisión para asistir a una Cuba
Libre», creada por el entonces presidente George W. Bush que, embriagado con la
aparente victoria en la segunda guerra de Iraq, llegó incluso a designar un
interventor norteamericano que administraría Cuba luego de ser ocupada, tal y
como era práctica en los buenos tiempos de las cañoneras yanquis por América
Latina.
No es nada
casual que en el proyecto de nuestra Constitución se reafirme que la defensa de
la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano y
se le incorpore que en la doctrina de la guerra de todo el pueblo se sustenta
la concepción estratégica de la defensa de la nación.
Los cubanos
somos un pueblo pacífico y amistoso; no amenazamos a nadie, muchas veces hemos
dicho que para nosotros evitar la guerra equivale a ganarla, pero con ese fin
hay que derramar ríos de sudor preparándonos para combatir hasta la victoria si
alguien intentara apropiarse de Cuba.
Nuevamente
se ha conformado un escenario adverso y otra vez resurge la euforia en nuestros
enemigos y el apuro por hacer realidad los sueños de destruir el ejemplo de
Cuba. No será la primera vez, ni tampoco la última, que la Revolución cubana
deberá enfrentar retos y amenazas. Hemos corrido todos los riesgos y resistido
invictos 60 años (Aplausos).
Para
nosotros, igual que para Venezuela y Nicaragua, está muy claro que se estrecha
el cerco y nuestro pueblo debe estar alerta y preparado para responder a cada
desafío con unidad, firmeza, optimismo y fe inquebrantable en la victoria.
Desde el
propio 26 de Julio de 1953 los revolucionarios cubanos nos hemos forjado en un
incesante batallar y hemos llegado hasta aquí sobreponiéndonos a reveses y
venciendo agresiones de todo tipo.
Cómo no
recordar a los jóvenes que un día como hoy fueron salvajemente torturados y
asesinados tras fracasar la acción de tomar el cielo por asalto para no dejar
morir al Apóstol en el año de su centenario.
En este
mismo lugar, hace 45 años, Fidel expresó: «El Moncada nos enseñó a convertir
los reveses en victoria. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero
ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de
ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras.
Nos mostró el valor de
una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la
perseverancia y el tesón en los propósitos justos».
Y añadía el
Comandante en Jefe: «Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos
señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el
aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro,
ellos combatieron junto a nosotros en la guerra. Los vemos renacer en las
nuevas generaciones...». (Aplausos)
En el propio
año 1959, pocos meses después del triunfo del Primero de Enero, hubo que
enfrentar bandas armadas organizadas y financiadas por la CIA, sabotajes,
cientos de planes de atentados contra los principales dirigentes, especialmente
contra el Jefe de la Revolución, el bloqueo económico, comercial y financiero,
campañas mediáticas, la invasión por Playa Girón, la crisis de octubre o de los
misiles, la introducción de plagas y enfermedades, múltiples acciones
terroristas organizadas y financiadas por el gobierno de los Estados Unidos,
con un saldo de miles de víctimas mortales y de hijos de la patria mutilados o
incapacitados.
En la década
de los años noventa del siglo pasado, tras la desaparición de la Unión
Soviética y el campo socialista y ante la arremetida implacable y oportunista
del imperialismo que se entusiasmó con el anhelado colapso de la Revolución,
los cubanos, en medio de enormes carencias materiales, pusimos a prueba nuestra
inquebrantable capacidad de resistencia y la voluntad de defender la soberanía,
independencia y el Socialismo.
Ello fue
posible gracias al inigualable pueblo con que contamos y a la unidad forjada
por Fidel desde los primeros años de lucha.
Hoy, a 65
años del Moncada, con la independencia ya conquistada y la presencia permanente
de Fidel entre nosotros, podemos afirmar que por difíciles que sean las
circunstancias, por grandes que sean los desafíos, nuestro pueblo defenderá por
siempre su Revolución Socialista. La historia ha demostrado que ¡sí se pudo, sí
se puede y siempre se podrá! (Aplausos)
Ya han
transcurrido 65 años del Moncada, una gran mayoría de la población nació
después de estos acontecimientos de los que estamos hablando. Como se sabe, la
Revolución triunfó cinco años, cinco meses y cinco días después del Moncada,
por lo tanto, faltan cinco meses y cinco días para celebrar el aniversario 60
del triunfo de nuestra Revolución (Aplausos), y para celebrar o conmemorar tan
importante fecha, ese día nos volveremos a encontrar aquí en Santiago
(Aplausos).
Muchas
gracias.
Miren qué
hermoso amanecer con las montañas de la Sierra Maestra observándonos, continúa
aquí al frente, sigue hacia el noreste hasta la Gran Piedra y concluye en los
límites de la provincia de Guantánamo. Y como establecen los geógrafos,
Santiago de Cuba es una ciudad totalmente serrana, rodeada por la Sierra
Maestra, ese es un orgullo del cual nunca hablamos.
¡Hasta la
próxima!